"Para entrar en la habitación, su madre tuvo que hacer un esfuerzo extra. Por detrás de la puerta se amontonaba la ropa tirada que impedía el libre acceso al interior. Y no sólo la ropa.
Pensó que, inmediatamente, estallaría la tormenta, y escucharía los consabidos reproches acerca de su falta de orden y limpieza. E imaginó además que, tras los gritos, ella le obligaría a ponerse manos a la obra, para adecentar todo aquello.
Se puso tenso. Pero su madre no dijo nada al respecto. Sólo lo miró, indiferente, como si no pasara nada, y entró dentro, para acercarse a la cama en la que estaba tumbado, con los zapatos puestos sobre la colcha, leyendo un comic".
¿Puede una madre despedir a su hijo? Pues eso es lo que le ha ocurrido a Miguel por desordenado, por travieso y por desobediente. Transcurrido el plazo de 30 días que le han dado, deberá abandonar su casa, por increíble que parezca, de manera inmediata.
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